Hay mañanas en las que me levanto guerrera, con ganas de
romper con todo. Tengo el impulso de salir a la calle desnuda y olvidarme de
los complejos, comprar el pan y volver a casa. Es esa sensación de libertad que
sientes cuándo en la playa corres hacia el mar, sabiendo que en unos segundos
estarás completamente inmersa. Con la piel fría y los ojos bien abiertos. O
hacer una acampada a plena luz del día en medio de la carretera, con un mantel
rojo de cuadros a modo de vestido. Es como cuándo en verano te pones un vestido
blanco y te sientes bonita, y tienes ganas de girar en espiral para enseñarle a
todo el mundo el vuelo de tu vestido. O una noche de verano, con un poco de
alcohol y muchas ganas de bailar. Será que llega el verano, y que tengo tantas
ganas de sonreír que me nacen cosquillas en los pies. Cómo me gustaría coger un
avión sin saber su destino, o dormir en un cuartucho de un albergue tapándome
con una pequeña sábana. Tengo sed de aventuras, de coger una mochila y escapar,
no importa si lejos o cerca. Teñirme el pelo de rojo Clementine, porque ya se
sabe "las pelirrojas dominarán el mundo" y pintarme los labios a
juego. Y qué me mire la gente, que importa. Deshacerme de prejuicios,
recuerdos, miedos, complejos, vivir al día, y si llueve saco el paraguas y si
hace sol me pongo falda. El mejor recuerdo es siempre el que está por venir, y
yo tengo una fábrica de recuerdos preciosa que empieza por A y acaba por O y
tiene una R en medio. Quizá se llama Amor. Así que te propongo un juego, vamos
a querernos para siempre, tú reirás con mis vestidos y yo adoraré tus camisas
de cuadros. Bailaremos bajo la lluvia cuándo caiga torrencialmente y nos
refrescaremos bajo el sol cuándo nos atormente con su calor. Es fácil. Hay días
en los que me levanto guerrera y todas las guerras que quiero lidiar terminan
con tu nombre.