domingo, 27 de marzo de 2011

He vuelto.

He vuelto para olerte por las noches, cuando los pobres se acomoden en sus cajas
de cartón y los llantos discurran por el mar y las alcantarillas y los labios
rojos.
He vuelto para hartarme de preguntas y escarbar tus ojos, para
romperte el corazón con un zapato gris, para robarle al jueves una duda más y
merendar a solas por la tarde o nunca.
He vuelto para herirte los
recuerdos que prendiste en tu piel con alfileres, para ordenar el tráfico
nocturno. Para trepar al límite del frío y calcular tus sueños.
He vuelto con
tu sombra de la mano para invitarte al cine o al amor, para quedar contigo en un
paso de cebra y abrazarnos sin prisa y sin palabras.
He vuelto para entrar en
tu locura, para frotar tu cuerpo con el mío hasta inventar el fuego, para
mirarte atento y escondido como si fuera algún ladrón.
He vuelto con la luna
en el bolsillo para hacerte un poema a la medida. Para abrir las costuras de tu
herida y colarme, tal vez, en tu silencio.
He vuelto para hablarte de los
hombres, para errar otra vez y una vez más, para entrar en el fondo de tus
sueños sin apenas oxígeno y encontrar una perla con tu nombre.
He vuelto para
arder en tu desván, cuando el sol se derrame en las persianas y las bañe de yema
y caramelo, para tocarnos con la prisa de los niños, para fumar cigarros a
escondidas y adivinar tus bragas de algodón.
He vuelto a confesarte que te
quiero como a un árbol, a tender mi tristeza en tu ropero, a decirte algún plan
para la muerte, a acampar para siempre en tu futuro y bailar como un pájaro en
la lluvia.
He vuelto como el sol de las cosechas que se afana en dorar los
girasoles, como vuelven también las golondrinas, como vuelven las olas
indecisas, como vuelve el amor y el bumerán.
He vuelto con el mar en la
toalla para ahorrarte una carta y la saliva, para urdir una luz en tu costumbre,
para hacerte cosquillas en las espalda, para abrir una cuenta con tus besos,
para echarte unas gotas en los ojos, para morir contigo.

jueves, 10 de marzo de 2011

Quizás...

Me gusta cuando fumas así. Cuando has bebido y te apoyas en la pared de ese mismo bar en el que hemos desperdiciado nuestras noches desde hace años. Me gusta porque pareces despistado, porque te das cuenta de que no eres feliz. De que estás vacío por dentro. Me gusta cuando te muerdes los labios y ves como el vaho sale de tu boca, perdiéndose en la oscuridad de la noche más fría del año. Entonces me ves y yo hago como que no te veo, y paso a tu lado y me rozas y no sonríes, aunque te quedas con las ganas... entonces me gusta como me miras. Me gusta como me miras a mí y no a otra. Porque siempre, siempre me miras a mi. Aunque no te des cuenta.

Me buscas en todas, en todas ellas. En todas esas chicas a las que engañas con tus manos y te llevas a tu habitación. A todas ellas a las que, al final de la noche, no quieres volver a ver. Esperas encontrar mis lunares en sus cuerpos y mis labios en su boca. Esperas que sea yo la que te susurre al oído, la que juegue con tu lengua, la que te haga desesperar, la que te vuelva un poco más loco que de costumbre, la que arañe tu espalda...
Lo esperas siempre, pero nunca lo consigues.
¿Por qué será?

Quizás porque todavía no
te has atrevido a decirme nada..