sábado, 10 de marzo de 2012

sobre renacer y empezar de cero


Tiró las flores y el jarrón por la ventana. Quiso tomar las riendas de su vida y empezar una nueva página sin adornos. Renacer, como renacen las flores cada primavera, como hace el sol cada amanecer. Salió corriendo, escapó de ese hogar gris y muerto. Corrió hasta quemar las suelas de los zapatos, corrió hasta aquel café de carretera donde iba antes cuando se sentía sola y triste. Allí escribía y escribía sobre el mar, los días grises, la muerte, la soledad...hasta que el cansancio se convertía en poesía. Después volvía a casa, en el autobús de las dos y diez, el de las almas errantes, los rostros desconocidos y cada una de las historias que narran en silencio. Ahora había vuelto allí, al mismo café de siempre, un buen lugar donde escribir en esa noche solitaria, sentada en medio de la nada, viendo la vida pasar. Hay algunos vacíos que solo pueden rellenar las palabras; palabras que rezan por una escapada al mar, que ruegan romper los relojes y escapar del hastío. En esta ciudad ya no hay tiempo para pararse a respirar ni para buscar algo que tenga sentido.
Vuelve a casa, aún más tarde de lo que lo hacía antes. Vuelve y ve amanecer, y piensa que si algo tan grande como el sol puede salir cada mañana, ella también tiene que encontrar la fuerza suficiente para renacer y salir de la cama. El sol era una metáfora de esperanza y ella se dio cuenta: pasara lo que pasara todos los días saldría el sol y el mundo seguiría girando aunque el suyo  propio estuviera echo pedazos.
La vida no espera, la ciudad sigue latiendo y hoy toca empezar de cero.

jueves, 1 de marzo de 2012

primavera anticipada


Ahí está la dueña de la floristería, que sale con el marido de la del quinto y que nunca lleva flores a su mujer. A su lado el panadero, que hoy ha decidido comerse un croissant a escondidas, procurando que Mariela no le pille. Lo que él no sabe es que Mariela se lleva pastelitos sin permiso a casa de su amante, aunque en realidad a quien se coma sea a él. Y esto lo sabe la vecina de abajo, que los escucha cada noche disfrutar, como dos cuerdos que juntos se vuelven locos. La vecina de abajo tiene 70 años y hace mucho que nadie la hace el amor, no se acuerda de su último beso y tampoco se acuerda de qué comió ayer. La enfermera que va cada martes a visitarla se ha enamorado perdidamente de su nieto, y dice que si cada día repite las palabras “manzana, bicicleta, cuchara” sin olvidarlas la recuperación avanzará. El nieto de la vecina de abajo también esta coladito por la enfermera, pero los dos son tan tímidos que todavía ninguno se ha atrevido a invitar al otro a un café. A su vuelta a casa se encuentra con Marta, su hermana. Está con Fer, el motorista, besándose como si no existiera un mañana y a él le gustaría poder besar así a su guapa enfermera. Al subir hasta su casa, el noveno ni más ni menos, se encuentra con Lucas, el perro de Amanda. Amanda, la de los ojos tristes, sale corriendo a por él para que no se escape, y se da de bruces con Javi, mientras que el nieto sigue subiendo la escalera. Javi nunca había hablado con Amanda, pero Amanda sabía perfectamente quien era Javi. Javi era el novio de Daniel, con el que jugaba los veranos del 85 a buscar tesoros. Daniel esta abajo, con el coche, esperando a Javi para irse juntos a ver el mar.
A la dueña de la floristería se le caen las flores de emoción al ver al marido de la del quinto y el panadero disfruta de mil croissants ahora que Mariela está haciendo el amor con su amante. La vecina de abajo se pone música clásica para no escucharlos, mientras que su nieto la pinta y los dos esperan a la enfermera. Una moto pasa a toda velocidad por delante de la peluquería, Marta se escapa con Fer a descubrir otra ciudad. Amanda disfruta viendo por la ventana a Javi y a Daniel, y sus besos, y su mar.