domingo, 22 de abril de 2012

te necesito a ti.


Todas las noches se repetía el mismo sueño. Era una habitación perdida, con el número descolgado en la puerta apenas legible. Yo estaba sola, dando vueltas en la cama pensando en lo que había hecho el día anterior. Repasando cada rostro que había visto, las palabras que habían salido de mi boca, por donde habían caminado mis pies y por donde caminarían al día siguiente. De repente, tocaron a la puerta. No me apetecía levantarme, ni abrir los ojos, las zapatillas estaban demasiado lejos y la puerta aún más. Pero algo me decía que debía de abrir la puerta, y eso hice. Y... ahí estabas tú. Con una sonrisa enorme, una caja en las manos y los pies cansados de haber dado la vuelta al mundo. Me dabas el abrazo que llevo necesitando tanto tiempo, y después me preguntabas que qué tal estaba. Yo te hablaba de las pocas ganas que tenía de levantarme cada mañana, de los segundos que se desparramaban por el tintero mientras soñaba con cosas que quizá nunca conseguiría. También te hacía un esquema en la pizarra de mis pensamientos en el que salía el número de veces que pensé en ti, las que quise estar a tu lado y las noches que pasé abrazándote. Tú, me mirabas como si estuviera loca, pero en el fondo te gustaba. Era la mejor sorpresa del mundo. El sol se colaba por las rendijas de la persiana, y era testigo del amor en estado puro. Un segundo antes no tenía ganas de levantarme y en ese instante deshacía la cama a sacudidas. Amor. Necesito eso, algo que me altere por dentro y me dé las ganas de sonreírle al mundo y gritarle: Soy feliz. (Te necesito a ti) No quiero flores, ni bombones, quiero que me dediques una canción, un minuto a tu lado.. Quiero tenerte encima y dibujar corazones en tu espalda con los ojos cerrados. Quiero una bañera y besarte mientras el agua nos empapa. Sonreír cada vez que me miras con esos ojitos.. Seguiré luchando por hacer mi sueño realidad, algún día seré yo la que aparezca tocando tu puerta y te de todos los besos que tengo guardaditos sólo para ti. Y volveremos a conquistar la noche, a tomar el mejor de los vinos y perdernos la película que pongamos. Es mucho mejor besarte.

No quiero soñar, quiero despertarme y encontrarte a mi lado.

me gusta aprender palabras nuevas, como serendipia.


Todo es una serendipia, un accidente genial, las veces que esperamos que el destino nos traiga lo que tanto ansiamos, casualidades causalidosas. Tomar un café helado, hablando de tantas cosas que el café se enfría aún más y no nos queda tiempo para un beso o dos. La soledad de los pulmones que cogen frío por vivir en un ático. La vida. Sopa caliente para los males del corazón, que aunque no esté rica el corazón logrará sonreír. Afuera llueve, desde la ventana parece otro mundo. Recuerdo cuando era pequeña, y la ventana quedaba muy alta, parecía la salida a ese mundo, el mundo genial. El de la lluvia, el sol y las flores. De pequeña me acurrucaba entre las mantas esperando que dejara de llover, y ahora que soy más mayor pero más pequeña sigo haciendo lo mismo. Hay demasiada soledad por el pasillo, tanta que parece una pista de hielo, hay que tener cuidado para no tropezar. En la cocina la televisión ladra cosas sin sentido, el perro habla sobre la lluvia, el pote está calentándose. Yo sigo en silencio. Quizá solo necesito una bufanda de alegres colores para poder salir entre la lluvia, quien sabe. Aquí mato el tiempo observándolo todo. Por momentos estoy triste, y por momentos feliz, la soledad es así. Los pulmones se resfrían, y a veces cuesta respirar. En cambio, otras veces me pierdo por los lunares del techo y logro ver alguna constelación que me hace sonreír. El otro día me di cuenta de que si junto tus manos logro hacer un camino con tus lunares, y si apunto hacia mi corazón, te quedarás siempre en él. También descubrí lo bonito que es cerrar los ojos cuándo me abrazas. Y escuchar como susurras que soy la única. Tú eres una Serendipia. Un accidente genial y precioso. El que consigue que logre ver esas constelaciones en el techo y que procura que no se me enfríe el café. Ni el corazón. Ni los pies. Aunque los tuyos siempre estén fríos, y parezca que lo odie, en realidad me hace gracia. También me gusta perder la mano entre tu pelo. Y darme cuenta de todo esto mientras los pies se me enfrían, y el corazón, y las manos. Y saber que cuando vuelva tú calentarás mi vida, mis sueños, mi corazón. Como el accidente bonito que eres, apareciendo sin avisar cuando más te necesitaba. Lo confieso, siempre tengo frío porque adoro que me des calor. Y te prometo que cuando vuelva te voy a dar un abrazo volador con el que pararemos el tiempo. Te contaré como es la soledad de ver la lluvia por la ventana, porque los lunares forman estrellas y lo mucho que te adoro.