Todo es una serendipia, un accidente genial, las veces que
esperamos que el destino nos traiga lo que tanto ansiamos, casualidades
causalidosas. Tomar un café helado, hablando de tantas cosas que el café se
enfría aún más y no nos queda tiempo para un beso o dos. La soledad de los
pulmones que cogen frío por vivir en un ático. La vida. Sopa caliente para los
males del corazón, que aunque no esté rica el corazón logrará sonreír. Afuera
llueve, desde la ventana parece otro mundo. Recuerdo cuando era pequeña, y la
ventana quedaba muy alta, parecía la salida a ese mundo, el mundo genial. El de
la lluvia, el sol y las flores. De pequeña me acurrucaba entre las mantas
esperando que dejara de llover, y ahora que soy más mayor pero más pequeña sigo
haciendo lo mismo. Hay demasiada soledad por el pasillo, tanta que parece una
pista de hielo, hay que tener cuidado para no tropezar. En la cocina la
televisión ladra cosas sin sentido, el perro habla sobre la lluvia, el pote
está calentándose. Yo sigo en silencio. Quizá solo necesito una bufanda de
alegres colores para poder salir entre la lluvia, quien sabe. Aquí mato el
tiempo observándolo todo. Por momentos estoy triste, y por momentos feliz, la
soledad es así. Los pulmones se resfrían, y a veces cuesta respirar. En cambio,
otras veces me pierdo por los lunares del techo y logro ver alguna constelación
que me hace sonreír. El otro día me di cuenta de que si junto tus manos logro
hacer un camino con tus lunares, y si apunto hacia mi corazón, te quedarás
siempre en él. También descubrí lo bonito que es cerrar los ojos cuándo me
abrazas. Y escuchar como susurras que soy la única. Tú eres una Serendipia. Un
accidente genial y precioso. El que consigue que logre ver esas constelaciones
en el techo y que procura que no se me enfríe el café. Ni el corazón. Ni los
pies. Aunque los tuyos siempre estén fríos, y parezca que lo odie, en realidad
me hace gracia. También me gusta perder la mano entre tu pelo. Y darme cuenta
de todo esto mientras los pies se me enfrían, y el corazón, y las manos. Y
saber que cuando vuelva tú calentarás mi vida, mis sueños, mi corazón. Como el
accidente bonito que eres, apareciendo sin avisar cuando más te necesitaba. Lo
confieso, siempre tengo frío porque adoro que me des calor. Y te prometo que
cuando vuelva te voy a dar un abrazo volador con el que pararemos el tiempo. Te
contaré como es la soledad de ver la lluvia por la ventana, porque los lunares
forman estrellas y lo mucho que te adoro.