sábado, 4 de febrero de 2012

DUELE



Clava sus huesos en el zurzido de las sábanas, amolda su cuerpo en el colchón, se abraza las piernas y se encoge, se hace pequeña, y me mira con ojos de pena.
-Duele- me dice.

Y yo me tumbo junto a ella, me amoldo a su postura y comparto su dolor, intento atenuarlo cogiéndole un poco y quedándomelo yo, pero el dolor es demasiado y se sale de nuestras costillas. Amenaza con herirnos eternamente, y nosotros nos miramos con miedo. Miedo a las alturas, miedo a querernos mal, miedo a estar perdidos. Levanta la vista y me mira. Yo respiro por ella, me encajo entre sus músculo y comparto su dolor para que le hiera menos. Pero ni por esas se cierra la herida y al final los dos acabamos llorosos, doloridos, con la necesidad de una tirita permanente. Nuestros cuerpos se inundan de huracán, de ruina y de espinas. Ella se aferra fuerte a mí y yo me dejo hacer. Dos almas heridas en una habitación demasiado pequeña para dejar volar los miedos.