jueves, 5 de agosto de 2010

No quiero ganar el juego, solo pretendo cambiar las reglas.

Pero ya no quiero ser esa princesa rubia de cabellos kilométricos, cuyo único objetivo es esperar a que el príncipe llegue de una vez por todas y le rescate de la mierda de torre en la que está encerrada. Ni a tener un amante secreto porque el matrimonio por conveniencia le a arruinado la vida. No quiero duelos por mi mano, o por mi amor, no quiero más: "Y vivieron felices, y comieron perdices", porque no implica que vivan, implica un fin, y las perdices no me gustan. Paso de vestidos y cancanes de diez metros de diámetro, y no pienso perder un zapato para que el chico de mis sueños me encuentre mientras mis hermanastras me impiden disfrutar la vida.


Porque quiero seguir siendo esa chica de ojos castaños y pelo ondulado que se desespera los días de lluvia porque se le riza y no le gusta. No tengo un amante secreto, porque si lo tengo se lo grito al mundo entero, porque él es todo lo que quiero. No quiero duelos, quiero que me coman a besos, y que día tras día me digan lo guapa que voy o lo bien que me quedan esas botas. Quiero seguir vistiendo vaqueros y sudadera, y arreglarme mucho más los fines de semana para salir, y por qué no, también ese día en el que quiero que al pasar por delante de ti te fijes en mí, y me dediques una de tus sonrisas que me pierden. No quiero perder un zapato, quiero quitarme los dos para así bailar toda la noche sin parar, esperando que al final lo acabes todo con un beso y ese típico "buenas noches princesa".

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Un rebelde