sábado, 19 de noviembre de 2011

El último presidente culé.

Hoy es jornada de reflexión. Ya saben, 24 horas para pensar a quién votamos mañana. O 24 horas para llegar a la conclusión de que mejor no votar a nadie. O para decidir votar en contra de alguien, que de todo hay en el censo del señor. No es mala idea lo del voto en contra. Pero no el tradicional “voto a estos para que no salgan aquellos”. No. Me refiero a una posible papeleta donde se lea “Voto en contra de estos”. Seguro que tendría éxito.
Hoy es ese día tan ochentero en el que algún iluso nostálgico igual todavía se cree que nadie te va a mandar un 'sms' o un 'tweet' donde te solicite impunemente el voto por una formación. Y pensar que no hace tantos años el hecho de colgar un insignificante cartel electoral en plena jornada de reflexión era motivo de multa. Y no sólo de multa, sino también de escarnio público por parte del resto de formaciones políticas por violar las normas del sacrosanto reglamento electoral.
Qué tiempos tan románticos. Qué sencilla y tierna (que diría Serrat) era aquella democracia, cuando te creías que igual si votabas por el cambio podías hasta modificar el rumbo de la historia de tu país.
Y qué entrañable aquel temor que se mascaba cuando se rumoreaba que había ruido de sables en los cuarteles, que anunciaban un inminente golpe de estado...
Ahora nadie te avisa del ruido de sables. Los golpistas han mejorado la fórmula. Yo lo llamaría postgolpismo: más limpio, más higiénico, menos agresivo, más civilizado, hasta más moderno... En el postgolpismo, no hacen falta tenientes coroneles, ni elefantes blancos... Ahora, sin pegar un tiro unos señores te cambian al gobierno, te colocan a un tecnócrata que nadie ha votado, y aplaude toda la comunidad internacional. Igual eso es lo bueno, y yo soy un gilipollas que me estoy cayendo de la parra y descubro de golpe y porrazo que todo lo que me vendieron como democracia es humo. Igual el señor “Mercado” me contestaría: “Humo del puro que yo me fumo”.
En fin. Voy a dedicar la jornada de reflexión a recordar al último político que me ilusionó mínimamente y que también vive ahora sus últimas 24 horas en el poder. Llegó hablando del talante, con buenas maneras, retirando las tropas de un país ocupado ilegalmente, decidido a acabar con el centralismo, a reconocer la España plural, con ganas de aplicar políticas de izquierda y que se atrevió incluso a abrir una negociación con los terroristas para acabar de una vez con las pistolas. ¿Se acuerdan? Yo tampoco.

Los nominados son...
Hay una cosa que dicen que preocupa mucho a los ex presidentes: cómo les juzgará la historia... A mí me gustaría que en alguna de sus biografías se recordase que fue el primer presidente español del Barça. El primero y de momento seguro que el último. Porque mañana elegiremos a otro. No sé cómo será, aunque me voy haciendo una idea. Eso sí, pase lo que pase, sea quien sea, ya no será del Barça. A menos que no se lo manden los mercados.