sábado, 27 de noviembre de 2010

Recojo las piezas que tú te dejaste tiradas.

¿Quién nos lo iba a decir, verdad? Quién podría habernos avisado cuando aún nos queríamos. Cuando buscábamos los ojos del otro por las mañanas. Cuando volábamos hasta el cielo con cada susurro inesperado. Cuando cada caricia era un regalo. Cuando le robábamos minutos al reloj para poder estar juntos. Cuando éramos héroes y el resto del mundo nos tenía envidia. Cuando tus pupilas y las mías se atraían como dos imanes. Cuando mis labios temblaban, y mi corazón se arrugaba, y tu jurabas y perjurabas que a tí te ocurría lo mismo.
Quién lo hubiera dicho, ¿eh?. Quién se habría atrevido. Quizás si alguien hubiera tenido el valor de explicarme que no hay nada eterno, que ni siquiera el amor lo es, que las personas crecen y cambian y que no podemos intentar retener la sombre de las personas amadas, quizás si simplemente lo hubiera creído y me hubiera alejado...
Quizás, quizás, quizás. Nada podría haber apagado el fuego que despertabas en mi interior. Era tan bonito que hasta pensé que me dolía.
Cuando me quemé ya no me pareció tan hermoso.

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Un rebelde