viernes, 12 de agosto de 2011

doce


Tú y yo nos conocimos porque estábamos hechos para querernos una tarde. Porque tu brazo encajaba perfectamente en mi hombro. Porque nuestros pasos quedaban muy bien en el septiembre de por aquí. Y lo más normal era que un día te encontrara y me obsesionara por ti. Por eso, nunca me faltaron sueños. Ni ilusión. Alguna vez pensé en rendirme. Pero cuando llegaba uno de esos días, me hablabas de tus tonterías. Y entonces volvía a llover en algún concierto. O me hacía la dura en algún sofá. Pero sabía que tú y yo estábamos hechos para rozarnos. Y...aunque me cueste convencerte, y aunque besemos otras bocas mientras te decides, seguirán pasando los días con ganas de verte por alguna calle perdida. Y darte dos besos, y preguntarte qué tal te va. Y preguntarme si piensas tanto en mí, como yo pienso en ti.